miércoles, agosto 29, 2012

PESPUNTES: "FRANCISCO DEL POZO Y RAÚL UMBRAL"

Ayer se cumplió un lustro de la muerte de Francisco Pérez Martínez, Paco Umbral para los letraheridos, el último gran columnista del diario El Mundo. Allí, en su contraportada, llegó a publicar 5717 artículos durante dieciocho años; por culpa de uno de ellos comencé a escribir en el "Diario de Alcalá". En él a Umbral le dolía Chiapas y a mí me dolía el dolor de Umbral como una úlcera de estómago sangrante y revolucionaria. Lo escribí en media hora, acodado en la barra del bar, para huir de la palabrería de un borracho torpe y cansino. Lo envié al periódico y me lo publicaron, sin una sola errata, con un buen tipo de letra y en una buena página.
El Mundo, tras su muerte, puso cien artículos encima de su terrazgo literario, para terminar cediéndoselo a Raúl del Pozo, pero, claro, no era lo mismo. De aquel territorio de papel,  de aquel mausoleo, de aquella tumba, de ese  ataúd umbraliano parecía emanar como una sustancia que envolvía el artículo de Raúl y lo frustraba, lo hería, lo vampirizaba; a mí siempre me pareció la idea de El Mundo como una profanación; era como construir una casa encima de un cementerio sagrado, de un santuario de papel; algo que podría terminar  produciendo inimaginables consecuencias. 
Si pronunciamos el nombre del columnista con acento castellano decimos Raúl del Pozo y es de ahí, del pozo de su genio y de su ingenio  de donde saca su vena literaria, pero si lo hacemos con acento argentino,  si decimos Raúl del Poso, como un rioplatense sin plata, entonces la apreciación es otra y nos parece que su prosa sabe a café de recuelo, a achiroria de postguerra, a media de nylon y a calcetín sudado. Hurgando en ese pozo encima de una tumba, alguna vez ha debido de tocar una palabra umbraliana, un recuerdo, una frase íntima; alguna vez habrá oído una voz de ultratumba o de ultrapozo que le habrá puesto los pelos como escarpias mientras buscaba una negrita con que destacar una idea o un nombre o un deseo.
Hoy Raúl del Pozo sigue desaparecido en combate; tuvo un arrechucho hace unos meses, del que nos dio cuenta él mismo en un artículo y David Gistau en otros, pero no sabemos si reaparecerá en el mes de septiembre ocupando nuevamente la lápida periodística de Francisco Umbral o en otro rincón con menos carga emocional y psicológica.  David, por si acaso, se ha ido de allí cagando leches; uno cree que  en busca de placeres vacacionales, que aun hay mucha crisis que contar en lo que queda de año, pero puede que no. ¡Quién sabe!
Al diario El Mundo hay que reprocharle, en este caso, su cicatería informativa, su silencio respecto al estado de salud de su colaborador, que contrasta con el mimo con el que trataron a   Francisco Umbral. cuando enfermó. Fueron pequeñas notas explicando la ausencia de su columna diaria pero fueron suficientes para un lector asiduo, acostumbrado a leer el periódico por la contraportada. Esperemos que estos sanos calores veraniegos le hayan devuelto a Raúl del Pozo -o del Poso-  las ganas de jugar al golf y nos traiga nuevamente el ruido de la calle.

Felipeángel (c)

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