lunes, agosto 06, 2012

MARILYN MON R.I.P


Ayer se cumplieron cincuenta años  de la muerte de Marilyn Monroe. En aquella fatídica fecha pasó de ser una mala actriz a un mito cinematográfico. Si hoy viviera, sería una vieja de 86 años, con el rostro arrugado, y un buen puñado de adicciones que poder contar; por supuesto, nadie tendría pósters suyos en su casa, salvo los amantes de las gerontocracias, ni compraría las baratijas del merchandising, que han echo ricos  a más de un espabilado comerciante de souvenirs funerarios. Como  Michael Jackson o Elvis Presley, Marilyn Monroe ha sido durante este medio siglo un cadáver muy rentable, y estoy seguro de que quienes tienen sus derechos de imagen, -¿quiénes son?- aun seguirán exprimiendo la estupenda teta hasta que dé la última gota de leche con sabor a dólar.
En Marilyn Monroe casi todo era falso, desde su pelo hasta sus supuestas violaciones, pero nos vendieron la moto de que era la rubia tonta que vivía en el piso de arriba, la que nos podíamos llevar a la cama en un plis plas, aunque fuéramos el más feo del barrio, y nos lo creímos; desde entonces no hemos echo otra cosa que mirar hacia la terraza del ático, a ver si aparece la Marilyn Monroe de nuestros sueños en topless, sonriendo y saludándonos como si nos conociera de toda la vida, pero seguimos viendo al anciano de la garrota que, de cuando en cuando, se orina sobre las macetas de la portera con una precisión de artillero.
Tampoco fue la más guapa; Ava Gadner o Rita Hayworth lo eran mucho más, pero no  se murieron jóvenes, como ella, y la mitología se redujo a un puñado de películas bañadas, probablemente, en alcohol, y a  un  manojo de romances con príncipes  y toreros.
¿Por qué tenemos, entonces, a Marilyn Monroe tan presente en el imaginario popular? ¿Qué hay en ella que nos atraiga tan fuertemente para que, cincuenta años después, aun sigamos comprando los libros que hablan o mienten sobre su vida, o recortando las noticias de la prensa, o coleccionando los magazines en las que aparece su  cuerpo arrebatador en portada? Sin duda estamos ante un  cadáver exquisito, ante la sublimación de la juventud, de la libertad sexual, del cuerpo glorioso que codician tanto el albañil gangoso como el presidente mujeriego, pero también ante el muñeco roto que unos y otros utilizaron a su antojo, ante la frágil niña con un familia desestructurada y ante la mujer que se hizo a sí misma en la gran fábrica de sueños con la fuerza de un titán.
Si hoy la tuviéramos al lado, no soportaríamos su empalagoso tono de voz, ni sus visajes ni su aliento a tabaco y alcohol; probablemente tampoco soportaríamos sus manías, ni su falta de puntualidad, ni sus ataques de locura, pero no podemos evitar quererla, sentirla y admirarla porque tenía ese encanto que va más allá de un mirada o de unas formas corporales; lo suyo era pura atracción, algo que no pasa desapercibido, un influjo del que han aprendido las generaciones posteriores, una aptitud que captaba como nadie la cámara del fotógrafo y que se expandía sobre las pantallas de cine como el fulgor de una estrella en el preciso momento del Big Bang. 
En aquel cosmos podrido, ella fue, para mis ojos, el lucero del alba que iluminaba mis sueños.

Felipeángel (c)

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