martes, septiembre 29, 2009

ANDANDO POR EL SALÓN DE PASOS PERDIDOS

Durante este verano sin Internet me he acercado al mundo literario de Andrés Trapiello y me he leído tres volúmenes de su "Salón de pasos perdidos"; a saber: "Siete moderno", "El Jardín de la pólvora" y "La cosa en sí".
Lo que Trapiello escribió en tres años yo he tardado tres meses en leerlo, pero hay que ver las cosas con perspectiva- ya lo decía doña Rosa en "La Colmena", "no perdamos la perspectiva"- donde convergen tres planos temporales diferentes; a saber: el trienio que los tres tomos del Diario abarcan, desde 1998 hasta el 2000; los años en que fueron publicados- 2003, 2005 y 2006, respectivamente- y este trimestre del 2009, de tan provechosa lectura.
Desde este mirador, veo la vida del diarista y su evolución, más allá del tiempo concreto que pasa, como un río, por las tres Obras Maestras a las que nos hemos referido al principio de esta artículo. Sé que le fue bien con "Dias y noches", pero le fue mejor con "Los amigos del crimen perfecto" y francamente muy bien con su novela "Al morir don Quijote".
Quien ha seguido sus perdidos pasos desde "El gato encerrado" hastas estos que nos ocupan sabe que muchos de sus ingredientes no varían. El autor nos lo recuerda en el prólogo de "La cosa en sí": sus visitas al Rastro; sus viajes a Las Viñas; la vida familiar en su casa de Conde de Xiquena junto a su mujer, Miriam Moreno, y sus hijos R. y G.; sus lecturas; sus amistades, algunas peligrosas y otras imprescindibles; la delicada escritura de sus libros, y la busca de los ajenos en la Cuesta de Moyano; las tediosas conferencias, y la siempre enigmática quiniela de las X y las iniciales. Claro que hay más, siempre hay mucho más; si no fuera así, resultaría monótono y cansino seguir sus acertados pasos literarios, página tras página, como un perrito faldero.
Hay mucha poesía, en sus palabras y en lo que ve, y, también, una sana mala leche, y una mirada sincera y crítica contra toda esa pandilla de literatos y artistas egocéntricos que se pasean por la piel de toro viviendo a costa del presupuesto, la cara dura, el fingimiento y la adulación.

Movidos por la curiosidad podemos terminar pensando que estos pasos perdidos, y los anteriores, son como las ecuaciones, que, nada más mirarlas nos puede gustar su planteamiento pero en las que, al final, lo que nos interesa es despejar la X. Confieso que uno no ha podido evitarlo y ha caído en la tentación de saber quién se escondía detrás de cada una de ellas, pero es imposible averiguarlo si el autor no nos da la mínima pista. Es cierto que en muchas ocasiones lo hace; basta un rasgo distintivo del retratado, el nombre de un verso, de una novela o de un artículo, para darse cuenta de que, detrás de esas X, se encuentran Juan Manuel de Prada, o Ángel Valente, muchos de los escritores del 27, a los que minusvalora, yo creo que con acierto, o Pere Gimferrer, que, ofendido, aprovecha cualquier ocasión para maltratarlo.
En estos tres volúmenes del "Salón de pasos perdidos", Andrés Trapiello aprovecha sus grandes dotes de observador para hacer unas descripciones y retratos inigualables de muchos personajes de la vida cultural española: desde Francisco Rico, que le pide un prólogo para "su Quijote" hasta Luis María Ansón, entonces director del periódico "La Razón". También aparecen Blanca Berasategui, Carmen Martín Gaite, que falleció por aquel entonces, Claudio Rodriguez, Felipe Benitez-Reyes, Alberto García-Alix, su hermano el pintor, una hija de Botín, que ahora dirige un banco, y sus amigos de siempre, Ramón Gaya y Juan Manuel Bonet, entre otros.

Creo que resulta difícil encontrar una obra tan importante como ésta, dentro del panorama diarístico español; su visión del mundo literario, del empobrecido mundo cultural hispano, es tan sincera que no me choca que vaya de disgusto en disgusto por la vida; porque, seamos serios, ahora que tanto se abusa de la palabra mentira, lo que verdaderamente necesitamos es que alguien nos diga simplemente la verdad. Y Andrés Trapiello lo hace.
1/10/09

Felipeángel

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