martes, julio 22, 2008

DE PERROS, COCHES Y MÓVILES

Foto: Raquel (c)



En este país, que llamamos España, los grandes pilares del sistema democrático no son la Justicia, la Educación y el Trabajo sino el móvil, el coche y el perro.
Yo no tengo ninguno de los tres, así que se pueden hacer una idea de por dónde me paso el sistema.
Vivir sin móvil, sin coche y sin perro no me supone un problema aunque comprendo que me estoy perdiendo múltiples ocasiones de fastidiar a la gente.
No hay más que observar a unos y a otros. Hay quien elige un perro como mascota y quien lo pasea por la calle como quien lleva un arma. Mi vecina se encuentra en el primer caso. Uno la ve bajar por las escaleras, con su perrito faldero tanteando los peldaños, e, inmediatamente, uno se da cuenta de que el perro conoce sitios secretos de su ama que yo no conoceré jamás. Cuando llega al parque le da achuchones pero, cuando se caga, le da asco recoger su mierda porque una cosa es sustituir a un niño por un perro y otra muy distinta tener que limpiar sus deposiciones. Para éso están los empleados del Ayuntamiento; para éso pagamos impuestos.
El que lleva el perro como quien porta un arma no es mejor. Su mirada es tan desafiante como la del animal con la salvedad de que el perro ladra y él no. Cuando lo pasea por la calle, se da cuenta de que la gente se retira a su paso como si se tratara de un cortacésped y esa aptitud, que denota miedo o precaución, le pone, le pone mucho, tanto que casi siempre le delata la sonrisilla estúpida que babea por su boca. Lo más probable es que algún día su perro de presa le muerda a algún distraído transeúnte y que termine saliendo en el Telediario; pero ya se sabe, como dijo Warhol, que todos tenemos derecho a quince minutos de gloria, aunque sea en televisión y entrando, con la cabeza tapada, en el coche de la policía.
Pero no es el perro, aunque lo parezca, el arma preferida de los asesinos sino el coche. Mister Ford quería liberar al proletariado dándole un vehículo al alcance de sus bolsillos y el resultado salta a la vista: millones de coches de todo tipo invaden, cada día, las ciudades, los pueblos y las carreteras de este planeta, algunos conducidos por personas a las que nunca se les daría permiso ni para ir al lavabo, y no pasa nada. Se asumen las miles de muertes diarias con la misma naturalidad con que se toma un café en el Cementerio del Este, mientras nos llevamos las manos a la cabeza porque un tipo hambriento se ha comido una especie protegida. Yo creo que, si hay alguien al que hay que proteger es a un ser humano de otro ser humano; a un inocente de un asesino; a las futuras víctimas de los terroristas de la carretera.
A veces parece que les importa y vemos campañas de concienciación pero, en el fondo, lo que interesa es vender, vender coches como sea, vender teléfonos móviles y casas con los tabiques de panderete y comida ultra-rápida y tantas otras cosas que no sirven absolutamente para nada, ni nos hace sentirnos mejor ni nos convierte en mejores personas.
Por alguna razón que se me escapa hemos perdido la medida del tiempo y el teléfono móvil es uno de esos inventos que buscan la inmediatez, cuando lo inmediato no siempre es necesario ni útil ni aconsejable. Si el perro ensucia nuestras calles y el coche contamina el aire, el teléfono móvil tiene el privilegio de invadirlo todo. Es raro encontrar un sitio donde no oigamos los politonos o el variado registro de voces de sus usuarios. A veces, cuando viajo en el tren de cercanías, me dan ganas de ponerme a leer en voz alta, pero no lo hago porque me doy perfecta cuenta de que, entre la histérica que va dándole la bronca a su marido por el celular y yo, al que tomarían por loco es a mí.
Vivir sin perro, sin teléfono móvil y sin coche es sencillo. Basta con coger un libro, escribir un correo electrónico y utilizar el transporte público. Me pierdo la oportunidad de poder ser un cabrón con los demás y, tal vez, termine siendo una víctima de algún desalmado pero qué quieren; como diría Groucho Marx, "Jamás aceptaría pertenecer a un club que me admitiera como socio"; al menos a un club como éste, al que pueden ir hijos de puta en coche, con el perro en plan gallito y hablando sin parar por su teléfono móvil de mierda."

Felipeángel (c)

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