sábado, diciembre 09, 2006

DO FUIR

Llevo leídas 200 páginas de este libro, el 9º volumen de su Diario "El salón de pasos perdidos".
Como en cada uno de ellos, siempre hay un viaje, un buen retrato, una humillación, un historia tierna y un triste entierro. No sé si existe alguna tesis sobre ésto; quiero decir, sobre los entierros; o alguna antología. Se parece a las necrológicas pero, claro, no es lo mismo.
Lo he sacado de la biblioteca municipal. Lleva desde junio del 2003 pero la primera fecha de préstamo corresponde al 21 de febrero de 2006. Está, por lo tanto, nuevo y casi sin abrir. Que un libro envejezca en una biblioteca pública porque ha ido de mano en mano durante años es lógico y natural pero que sus páginas se vayan amarilleando sin apenas haber sido abierto es de una tristeza infinita.
DO FUIR, ¿dónde huir?, es un título tan hermoso como adecuado para estas fechas en las que uno quisiera alejarse lo más posible y muy pocas veces lo consigue. Ni la Semana Santa me produce la misma desazón. Incluso, cuando he conseguido aislarme en la solitaria habitación de un hotel, la Navidad se cuela por las rendijas de sus ventanas con sus luces y su fanfarria, con su desmesura y su ruido infernal.
En DO FUIR, Trapiello pinta su autorretrato en las páginas 171-172. El texto es un poco largo pero creo que vale la pena reproducirlo:

"Estábamos citados en un restaurante japonés. Yo nunca había estado en ninguno. M estuvo hace diez años un mes en el Japón. Éramos cuatro, ellos dos, nosotros dos. Nuestros amigos adoran la comida japonesa. Utilizaron ese verbo. ¿Cómo se puede adorar nada y menos que nada la comida? Comimos mayormente peces crudos. (...) Al rato ya estábamos hablando de política, hablamos del PP, de lo que van a hacer cuando ganen, si ganan. (Nota: es el año 1995) Todavía son pocos. ¿Cuántos sois en esto de la cultura? Hicimos un somero recuento. Salían siete personas. No es mucho para un partido que seguramente ganará en las próximas elecciones. La gente de la cultura les mira con desprecio, convencidos de que la llama del arte arderá eternamente en el pebetero de la izquierda. ¿Por qué en la izquierda se tiene ese pensamiento tan arraigado? Es algo cómico, pero lo tienen. Se diría que los progres se consideran, en relación a la literatura y la cultura, como el pueblo elegido. Me dijo de pronto: deberías venirte con nosotros, tú estás con nosotros..Sabía que me lo estaba diciendo con la mejor intención. Le di las gracias. Soy una persona de izquierdas, me defendí tímidamente. No, tu nunca has sido de izquierda. Es muy extraño: uno lleva una vida laica, no ha pasado por la vicaría, es republicano, vagamente republicano (está muy reciente lo de la Infanta), está a favor del divorcio, de la despenalización del aborto y de las drogas, en la guerra civil no tiene la menor duda de qué bando elegiría (y esto último no deja de ser una frivolidad, porque esa guerra civil ya está hecha y ganada y perdida), considera que los títulos nobiliarios han nacido la mayor parte de guerras o de trapisondas poco honorables y que las fortunas de los ricos o nacieron del engaño o se sostienen por él, no le gustan los curas, no le gustan los obispos, no le gusta la voz meliflua que les sale cuando leen sus comunicados, abomina, como Rubén Darío, de cualquier academia y de los académicos, en general, le producen entre pena y asco, como los gatos con tiña, cree que el trabajo lo es todo para el hombre, no un medio, sino un fin en sí mismo, porque cree que el hombre nunca es más feliz que ante la obra bien hecha...Bueno, uno cree estas cosas y no sabe si eso es o no de izquierdas, pero no le parece que la derecha estuviese dispuesta a asumir ni la mitad de ellas. Pero mi buen amigo me decía: Es el momento, vente con nosotros, eres de los nuestros. (...) "

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