martes, octubre 17, 2006

PIO BAROJA














Foto: Felipeángel (c)

Este mes de octubre se cumple el cincuenta aniversario del fallecimiento de Pío Baroja. Murió el día 30, un día después de que la Falange celebrara su vigésimo tercer cumpleaños. El Atlético de Bilbao iba primero en la Liga de Fútbol, con 14 puntos, seguido del Real Madrid, con 12, pero a Baroja no le gustaba el balompié ni el cine ni los toros ni la política. Fumaba poco y, cuando lo hacía, era porque estaba optimista.
Murió soltero porque pensaba que

De las grandes locuras
que el hombre hace
no comete ninguna
como casarse.

En sus Memorias, tituladas "Desde la última vuelta del camino", confiesa:

"Los ruidos de la noche no me dejan dormir; el ver pobres en la calle, me inquieta la atmósfera de un café o de un teatro, me molesta; la voz dura de mucha gente, me irrita."

Unos días antes de morir le visitó Hemingway. Las fotos del encuentro las hizo Pastor y la crónica la publicó el diario Arriba, en exclusiva, el 10 de octubre de 1956.

"El premio Nobel norteamericano -decía- saluda a su maestro español."

Luego conversa con él y le rinde homenaje con una botella de whisky, un jersey de cachemira, unos calcetines de lo mismo y un libro, "Adiós a las armas". Curiosamente, el día 30 publican que "Fue Ernesto Hemingway, Premio Nobel, de quien don Pío recibió los últimos obsequios literarios, de escritor a escritor: un chaleco, (¿no era un jersey?), unos calcetines y un libro." (¿A dónde coños fue a parar la botella de whisky?) En fin, serían las prisas.
Aquel martes de dolor hacía un frío como para destetar buitres, que diría Cela. Al día siguiente, el de su entierro, cayeron algunos copos de nieve.
Así daba la noticia el diario "Informaciones" en su edición del día 31:

"A las diez y cinco de la mañana aparecía en el portal de la casa número 12 de la calle Ruiz de Alarcón el sencillo ataúd negro en el que iba el cuerpo de don Pío Baroja, muerto a las cuatro de la tarde de ayer. (...) Cinco coronas enormes fueron colocadas junto al ataúd en el sencillo coche mortuorio (con matrícula) 32059".

El diario ABC, en su edición del 1 de noviembre, añade:

"(...) El ataúd fue sacado a hombros de Camilo José Cela, Miguel Pérez Ferrero, el doctor Val y Vera y Eduardo Vicente".

Cela diría, más tarde, en su larga necrológica-conferencia, que la caja desteñía.
Hay dos cosas, sin embargo, que no recogieron los periódicos de entonces: el nombre del cementerio donde fue enterrado y la ausencia de esquelas y de misas por el eterno descanso de su alma. Normal. A Baroja lo enterraron en el cementerio civil, sin curas ni responsos. Para vivir en un Estado que se declaraba católico y nacional, por mucho que diga Gil Vera, su anticlericalismo fue un signo de valentía.

Felipeángel (c)

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